Monday, April 8, 2019

Tierra de Vino II

Desde el 14 de febrero que me confirmaron el viaje hasta el 15 de marzo cuando finalmente viajé, fue un mes bastante intenso en casa.

Por un lado, Flor y yo hablando acerca de la posible y todavía hipotética mudanza a Mendoza y evaluando posibilidades, que convenía, que no y todas las otras cosas que implicarían una mudanza a otra provincia con escasa (o casi nula) información.

La primera parte consistía en saber si me aceptaban o no en la empresa, algo fundamental. Según lo que me habían dicho, si te llevan a Mendoza, ya casi que está todo listo. La segunda parte, era el sueldo y los beneficios. Algo que todavía no estaba hablado. Con Flor hicimos números y teníamos ya definido el sueldo por el cual nos mudaríamos. Tenía que alcanzar para que ella al principio no trabaje y nos permita vivir mejor que acá. No era nada delirante lo que habíamos resuelto, de hecho era bastante factible.

En paralelo, las cosas acá en Buenos Aires mutaron bastante. Tanto Flor como yo conseguimos laburos nuevos. Los dos cambiamos, porque no se puede dejar todo en veremos hasta que yo fuera a Mendoza. Digamos que fue un mes complicado a nivel expectativa de cambio de vida combinado con vivir el día a día.

Se acercaba el día del viaje, el nivel de ansiedad crecía exponencialmente. Tres días antes de viajar, me llegó un mail de Latam donde me recomendaban fuertemente realizar el check-in online. Dato curioso, me di cuenta que no tenía asiento asignado. Quise hacerlo, costaba $250 de ida y otros $250 de vuelta elegir asiento. Ese precio era por los asientos baratos. Los caros, que eran los del frente del avión y los de la salida de emergencia llegaban a costar $1000 por tramo. Gran curro de las aerolíneas. Felicitaciones a quien inventó este sistema. ¿Por qué habrían de dejar elegir un asiento sin cargo a quien saca pasaje con mayor anticipación cuando podes venderlo a quien tiene más dinero?

El mundo le pertenece a los más aptos, no a los que llegan primero. Los más aptos son quienes tienen más dinero. Quienes no lo tienen, mala suerte. Les tocará viajar en el asiento del medio. Decidí no pagar asiento y apostar a la suerte. Tuve suerte. A la idea me dieron ventanilla y a la vuelta pasillo. Nada mal para no haber pagado.

Mi vuelo salía a las 6.10am, con lo cual debía estar alrededor de las 5 en Aeroparque y eso requería poner el despertador a las 4. Ese fue el momento en que pensé que tal vez me habría convenido volar el día anterior.

El vuelo salió un poquito más tarde de lo previsto y llegué a Mendoza a las 8:30. Saliendo del aeropuerto encontré una mina que sostenía un cartel con mi nombre. Era la chofer asignada que me llevó a la oficina. Llegué alrededor de las 9. Mi llegada estaba prevista para las 8:30 y tenía programada de 8:30 a 9:30 entrevista con Emilia.

Del lado de afuera, la oficina solo era una pared con una entrada para personas y un portón para autos. Toqué timbre, me abrieron. A la derecha, un lugar para que estacionen unos 30 autos. A la izquierda, todo jardín con pastito, piedritas y algún árbol. Desde la entrada donde estaba yo hasta el fin del jardín hacia la izquierda debían ser unos 20 metros. Hacia adelante/izquierda y pasando el jardín, estaba la entrada a un gran galpón. Un galpón lo que se dice galpón posta. De esos estilo fábrica vieja, con el techo cóncavo y de chapa, como buen galpón que se precie como tal. Y altura para dos pisos amplios.

Me apersono en el galpón, que por dentro estaba todo decorado como buena empresa de internet. Sillones, salas de reuniones con una tablet en la puerta para marcar ocupación de la sala, muy moderno todo en medio de la ambientación industrial.

Me presenté con el señor de seguridad que estaba sentado detrás de un escritorio con buen empleado de seguridad. Dentro de los requisitos laborales de empleado de seguridad debe decir "sentarse detrás de un escritorio con cara de empleado de seguridad". Él llamó a Emilia, quien apareció unos minutos más tarde. Para este momento ya había interactuado con la mina del auto, con el seguridad y con Emilia. Me di cuenta de algo genial. ¡Todos hablaban en mendocino! Y está buenísimo el acento mendocino. Tiene mucha onda. Banco el acento mendocino.

Dentro del galpón, pasamos las salas de reuniones y llegamos a una cocina enorme. Una pared de unos 15 metros donde había 4 heladeras como las de kiosco con la puerta trasparente. En una había gaseosas en botellas de 2 litros. En otra cajas de yogur bebible, leche y muchas cosas. También jugos como Levite de pera. Siguiendo por la pared, había frascos con galletitas, pan, tostadora y todo lo que se les ocurra para desayunar. También había 3 pavas eléctricas y como 15 termos y mates. Emilia me ofreció desayunar y me preparé un té. Me contó que al mediodía también sirven comida algunos días por semana. Obviamente había tazas, platos, vasos y todos los utensilios requeridos para hacer la vida culinaria más fácil.

Además había 6 mesas largas, con lugar para 20 personas en cada una. Todos los trabajadores podrían comer ahí si así lo desearan. Y, lo mejor de todo, al final había una estantería donde se dejaba todo lo que se usaba y las empleadas de limpieza lo lavaban. Maravilloso todo. No todas las empresas ofrecen este servicio, en general tenes que lavarte tus propias cosas.

Hay una sola cosas que no había. Y eso es agua. Si querías agua, tenías que usar la de la canilla con filtro, a temperatura ambiente. Por algún motivo que desconozco, no había agua mineral en Mendoza. Mendoza. La tierra del agua mineral. Acá todas las publicidades de Eco de los Andes o Villavicencio o las otras dicen que es agua mineral de montaña de Mendoza. Por ahí no la compraban porque la podían sacar directamente de la montaña, ni idea. Me molestó un poco, pero no tanto.

Emilia y yo nos quedamos hablando de cosas aunque de nada en particular. De mi vuelo, de Mendoza y en realidad no hablábamos de nada. Se notaba que ella no sabía de qué hablar conmigo. Me quería presentar gente, saludaba a todos e intentaba que alguien se sume a nuestra charla. Daba esa sensación como si la hubieran clavado conmigo y se quisiera matar. No fue la mejor primera impresión.

De repente apareció Martín, el mismo de la primera entrevista. Martín estaba vestido de ciclista. Tenía un short, que por suerte no eran calzas y una remera de esas tipo polyester de muchos colores que usan los ciclistas. Y estaba muy transpirado. Cuando Emilia lo vio, velozmente y con destreza se arrojó sobre él cual depredador sobre su presa con muy poco disimulo para sumarlo a nuestra irrelevante charla.

Martín nos contó que había venido a la oficina en bicicleta y que estaba esperando su turno en la ducha. Porque también había vestuario, pero una sola ducha y las 9 de la mañana era hora pico en la ducha.

Emilia me contó que era semi-vecina de Martín, porque ambos estaban construyendo sus casas en el mismo barrio privado. Hay muchos barrios privados nuevos en Mendoza. Ese era el nivel de las anécdotas.

Martín se fue a bañar y otra vez quedé solo con Emilia. Seguimos en la cocina y me mostró un escenario construido especialmente para la ocasión, porque esa tarde iban a tener un orador en especial. Me dijo que hubiese estado bueno que me quedara, que lástima que ya había sacado el pasaje de vuelta. Fue un problema de coordinación. No sonaba muy interesante la charla ni tenía ganas de quedarme, pero no dije nada. Solo respondí que sí, que era una lástima.

Seguimos en la cocina y apareció la mina que trabajaba desde Buenos Aires. Emilia me presentó, ella estaba hablando con otras dos personas más. Me preguntó a qué hora había llegado, le dije y me contestó "Viniste por Latam, ¿no?" Comenzó a enunciar que de Buenos Aires a Mendoza hay 8 vuelos por día y varias aerolíneas, dijo a qué hora sale cada uno y desde que aeropuerto. Y después dijo a qué hora vuelve cada uno. Fue como charlar con Rain Man.

Dejé a Rain Man y con Emilia subimos a las oficinas del piso de arriba, donde me mostró el resto del interior del galpón. Era un espacio muy grande, con muchas mesas donde trabajan todos, unas 150 personas en total. Todos ahí, todo abierto. No había mucha gente trabajando a pesar de ser las 9:30. Se ve que en el interior no se levantan tan temprano como uno creería.

Emilia me presentó a Mariana y me dijo que cualquier cosa que necesite, se la pidiera a ella. A Mariana, no a ella. Ella se estaba desligando completamente.

Mariana me dio una hoja impresa con mi agenda del día. Tenía muchas entrevistas, decía con quién era cada una y en que sala de reuniones iba a ser. Todo muy bonito, si no fuera por el pequeño detalle que de 10:30 a 14:30 estaba todo vacío. Pregunté por eso, me explicaron que todos los de mi sector iban a estar fuera de la oficina y que justo yo vine hoy y que bueno, fue otro error de coordinación.

Tuve sentimientos encontrados. Por un lado, todos tenían muy buena onda y acento mendocino y heladeras con mucha comida a disposición. Las oficinas eran lindas, la gente era amable, todo fantástico. Por otro, me hacen ir 8 horas a una entrevista a 1600 kilómetros y me dejan 4 horas libre. Ya viví eso en Rosario y en Montevideo y no estuvo nada bueno.


Esta historia continuara.

6 comments:

  1. Me intrigaimucho saber que almorzaste!
    Se hicierin cargo de dicho gasto y actividad? O te dejaron a la buena suerte?
    Quizás es porque tengo hambre.

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    1. Todas tus inquietudes ya fueron dilucidadas en la parte 3.
      Sos una persona muy impaciente.

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  2. Estas historias de entrevistas de trabajo "fallidas" son las mejores! Ojalá sigas escribiendo muchas más!

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    1. Ojalá que NO tenga que escribir más de estas cosas!
      Tengo de preocupacionales también.

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  3. Que una empresa haga el gasto de dos pasajes de avion, para un empleado que "quizas quede" del cual ni siquiera le mencionaste los beneficios de pertenecer... es una locura. Debo ser muy pinche. En los dos trabajos que tengo, si alguien va a entrar se resuelve en dos entrevistas y listo. Pero las grandes empresas tienen visiones extrañas para mi.

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    1. Las empresas de internet (donde se usan mucho las palabras start-up, emprendedor y emprendurismo) son un misterio para los que trabajamos ahí y algo totalmente inexplicable para el mundo exterior. No hay forma de poder explicarlo y sonar coherente.

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