El jueves se pone a la venta Espirales.
Mientras tanto, dejo el primer capítulo acá.
Capítulo 1
Odio los aeropuertos. Me acuerdo que cuando era chico me encantaban. Todo. Las vacaciones empezaban todavía mucho antes de llegar al aeropuerto, cuando mis viejos nos pedían a mis hermanos y a mí que nos sentaramos sobre a las valijas para que estas cerraran. Era chico, en esa época las valijas eran diferentes, no como ahora con ocho ruedas, de veinte colores y todas supersónicas. Después sí, llegar a Ezeiza, buscar el carrito y subirse. Porque en un carrito iban las valijas y en otro nos turnábamos con mis hermanos para llevarnos unos a otros. Hacer la fila y despachar las valijas. Me paraba en la balanza del equipaje, mi viejo me obligaba a bajarme mientras la empleada de la aerolínea sonreía. Cuando sos chico, es así, no hace falta que te cuides de vos mismo y podes vivir sin prestarle demasiada atención al mundo que te rodea.
Ahora es diferente. Tengo 27 y estoy en Gardermoen Airport, el aeropuerto internacional de Oslo, en Noruega. En un rato y con un poco más de tiempo les voy a explicar que hago en Noruega, ahora no puedo. El avión de Iberia debería despegar en menos de una hora, todavía no embarqué y quiero pasar por el Duty Free. Rara vez compro algo, es probable que termine comprando en el de Buenos Aires. Vuelo por Iberia porque es la única aerolínea que hace Oslo-Buenos Aires con una sola escala. Además, tiene pantallita en todos los asientos. Obvio que con una sola escala es más caro, pero odio los aeropuertos. No quiero estar en uno ni un minuto más que lo absolutamente indispensable. Además, cuando tenés vuelos largos o viajás seguido, mejor que sufra el dinero y no la persona.
Ya despaché la valija y pasé seguridad. Voy caminando tranquilo, no tengo apuro y todavía me queda bastante tiempo para perder. Para ser el medio de transporte más rápido, el avión te obliga a perder bastante tiempo. Campera en una mano, mochila con la laptop colgada en la espalda. Según lo que muestra una pantalla, afuera hacen cuatro grados bajo cero; temperatura promedio para mediados de diciembre en Oslo. La gente piensa que acá hay como veinte bajo cero todo el año. Pero bueno, en defensa popular, nadie conoce dónde queda Oslo. Estoy por entrar al Duty Free y escucho por el altoparlante en perfecto español de España “pasajero Andres Fesser por favor acercarse al mostrador de Iberia” y a continuación repitieron el mensaje “pasajero Andres Fesser por favor acercarse al mostrador de Iberia”. Porque todos los mensajes por altoparlante se dicen dos veces. Debe haber pocas cosas peores en la vida que te llamen por el altoparlante del aeropuerto. Tal vez el hambre mundial, no estoy seguro.
Con campera y mochila, empiezo a caminar hasta la puerta 42, donde se ubica el mostrador de Iberia. Camino rápido, sin miedo pero con cierta incertidumbre. No tengo ni la menor idea de por qué alguien podría llegar a llamarme por el altoparlante en el aeropuerto de Noruega. Ya estoy a unos quince metros y veo que la chica del otro lado del mostrador me mira y sonríe, al instante vuelve a mirar a la computadora como si nunca me hubiese visto. Tengo la sensación que la conozco. Sí, casi seguro que la conozco. Sé que la conozco. No me acuerdo de dónde la conozco. Estoy a unos cuatro segundos de hablar con ella. ¿Quedará muy mal si le digo que no me acuerdo quién es? ¡Qué sensación horrible! Debe haber pocas cosas peores en la vida que estar por hablar con alguien que te conoce y no saber de dónde lo conoces. Tal vez la guerra con armas químicas, no estoy seguro.
Todos estos pensamientos duraron menos de un segundo. Porque apenas estuve un poquito más cerca, me acordé. Es Laura Suárez, la hermana de Paula Suárez. Paula es una chica española que vive junto con su hermana y su mamá desde hace más de una década en Noruega. La conocí hace un poquito menos de tres años, a las pocas semanas de haber llegado a Oslo. Salimos varias veces y después nunca más nos vimos. A Laura solo la había visto dos o tres veces y nunca crucé más que un “hola” o alguna conversación intrascendente. Seguro que acerca del clima. Es como si todas nuestras conversaciones hubiesen ocurrido en un ascensor. La verdad es que me esforcé por tratar de evitarla. No por su culpa, siempre fue muy amable conmigo; Paula y ella son muy unidas. Pasa que estaba muchísimo mejor que su hermana. Es una situación espantosa. Conocés a una mina, está todo bien y a continuación te presenta a su hermana que está mil veces mejor. La misma regla aplica para las amigas, nunca está bueno ser el que sale con la fea del grupo.
Laura me saludó con mucha efusividad, se la notaba genuinamente contenta de verme. Me llamó un toque la atención tanto afecto. Creo que en los únicos momentos que pensé en Laura fue con la fantasía del trío con su hermana que siempre supe que jamás iba a ocurrir aunque en el fondo nunca perdí la esperanza. Laura vestía el uniforme de Iberia, el trajecito y la camisa blanca le quedaban muy bien. Ventajas de ser mujer y estar buena, supongo. Yo estaba más sorprendido que contento de verla. Ella no trabajaba para Iberia cuando yo salí con la hermana. Igual, convengamos que ahora verla o no verla mucho no me cambia la situación. No hice más que saludarla y ella se puso a hablar. Me contó que Paula no tenía novio, como si yo fuese a invitarla a salir otra vez. En realidad tal vez sí, ya ni me acuerdo por qué dejé de salir con ella. Siguió hablando sola, me dijo que se alegraba mucho de verme y esas cosas, me limitaba a asentir. Habló sin parar durante casi diez minutos, hasta que se interrumpió sola para decirme que me tenía que dejar ir porque mi vuelo ya estaba por embarcar. “Te tengo una sorpresa” me dijo antes de lo que iba a ser la despedida de rigor. Pensé que me iba a decir que fuera con ella ya mismo al baño porque se moría de ganas de chupármela. O sea, no lo pensé en serio, pero si pensé que estaría genial que me dijera eso. No fue lo que dijo. Dijo algo mejor todavía. Como empleada de Iberia y, de onda, me cambió el asiento de turista a primera. A cambio tuve que prometer que apenas volviera iba a llamar a la hermana. Obviamente acepté el trueque, me despidió con un abrazo un poco más efusivo de lo que me hubiese gustado pero no me importa porque me acaba de regalar un pasaje en primera. Me voy para el avión con ciertos aires de soberbia. Algo bien debí haberle hecho a Paula hace tres años si ahora me mandan en primera.
Monday, October 29, 2018
Espirales - Capítulo 1
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La gente es mala y comenta