Thursday, June 15, 2017

Simple Jack

Aviso: este post podría llegar a herir sensibilidades. Si son una persona susceptible, sensible o a quien no le gusta el humor negro, o simplemente te gusta quejarte de todo, por favor deja de leer en este momento. El autor no se hace responsable de quien se pueda llegar a ofender e incluso muchas veces no comparte la opinión (o la cambia) con lo que está acá publicado.

Habiendo dicho eso, comenzamos. Van casi cinco años del show de Humor Negro, cerca de 300 funciones. Durante este tiempo, me di cuenta de muchas cosas. Una de ellas, es que fui perdiendo la sensibilidad sobre qué temas son negros y cuáles no. Después de hablar de cáncer, muerte, velatorios, racismo, discriminación (y varios más que no voy a develar) todas las semanas, son pocas las cosas que me parecen humor negro. Y, a veces, digo cosas que no me parecen tan negras pero resulta que sí lo son.

Por ejemplo, hace unas semanas estaba con Vicky (mi hermana) en una zapatería donde ella le iba a comprar zapatos (obviamente) a Sofi, su hija, mi sobrina de 3 años y medio. Dentro de la zapatería y junto con Sofi, había 3 o 4 niños de edades similares. Y, también como Sofi, estaban encaprichados y no querían probarse zapatos. Una de las madres con un embarazo prominente trataba de convencer a su hija que se probara zapatos, pero la niña se negaba. En frente, Sofi también se negaba. Esta madre, junto con otras madres y mi hermana iban perdiendo la paciencia ante los caprichos de sus respectivos hijos. Trataban de razonar con ellos y a continuación se miraban unas a las otras poniendo cara de circunstancia, casi como compartiendo su sufrimiento. Decían cosas como "y bueno..." o amenazaban a sus hijos con "entonces vas a ir descalzo al jardín". La madre embarazada me miró, buscando complicidad. Le devolví la mirada y dije "hay un proyecto para que el aborto sea legal hasta que el nene cumpla 5 años".

A mí me pareció muy graciosa esa frase, pero no tuve quorum. Lo que si tuve, fueron varias miradas con mucha pero mucha cara de culo. Tal vez fue la perdida de sensibilidad, no estoy seguro. Lo que quiero contar es lo más poco sensible (o raro, o lo que sea) que me pasó en un show de Humor Negro. Y eso que pasaron muchas cosas raras. Hoy voy a contar esta historia que pasó hace unas semanas.

Eran las 9:26 de la noche, yo ya estaba en el camarín, faltaban 4 minutos para que comience el show. Daniel, mi compañero de elenco, todavía no estaba en el camarín. Salí a buscarlo y lo encontré caminando hacia boletería con una familia de 4, papá y mamá de alrededor de 40 cada uno y dos hijas de 8-10 años. El detalle es que una de las hijas, tenía síndrome de down. (N del A: digo tenía porque estoy contando la anécdota en tiempo pasado, estoy casi seguro que sigue teniendo síndrome de down aunque no me encuentro en condiciones de confirmarlo).

Cuando una persona con alguna discapacidad viene al show (por ejemplo, alguien en silla de ruedas) cambia el ambiente de la sala. La gente, el público, todos en general, somos hipócritas. En un show cualquiera, todo el mundo se ríe de los chistes de sillas de ruedas. Ahora, pones a una persona en silla de ruedas adelante y ya no se ríe nadie. Créanme, es así. Y esto ya paso decenas de veces. Por ejemplo, yo hago chistes de viejos en geriátricos y velatorios. Cuando hay alguna persona mayor en la sala, prácticamente nadie se ríe de esos chistes. Lo mismo cuando hago chistes de discriminación hacia cualquier país limítrofe. Si hago chistes de chilenos y hay chilenos en la sala, los chistes funcionan un poco peor. Y así sucesivamente.

Realmente creo que se puede hacer chistes con todos los temas. No hay límites en el humor, si en las personas. Hay gente que no puede hacer chistes de algún tema. Entonces, está bien que ellos no lo hagan ni quieran escuchar. Pero no por eso tenes que andar diciéndole a los demás con que pueden hacer chistes y con que no.

Hay muchísima gente a la que le encanta decir con que se puede hacer chistes y con que no. Sobre todo, en la página de Facebook de Humor Negro. Supongamos que publicamos un chiste de pedofilia y un idiota comenta "con eso no se puede hacer chistes, me gustaría saber si harías chistes si violan a tu hijo". Quiero aclarar que no haría chistes con eso porque me parece un tema demasiado serio. No tengo hijos y si, de repente, me aparece un hijo que no sabía que tenía, no me va a parecer nada gracioso. No voy a reírme de eso.

Yo tengo un bloque entero de mi monologo donde hago chistes con síndrome de down. Acá cualquier desprevenido podría pensar que soy un hijo de puta por hacer esos chistes. Tal vez sea cierto, aunque no estoy de acuerdo. Lo que intento hacer durante el show es elegir los temas más sensibles de todos y ver si logro hacer reír a la gente con eso. Con síndrome de down hago lo mismo. Y casi todas las funciones la gente aplaude esa parte.

Entonces, ya establecimos mi problema. Va a venir una nena con síndrome de down al show y me va a arruinar el monologo, porque nadie se va a reír de uno de mis hits. Cuando hay chilenos, discapacitados o lo que sea en la sala, yo hago los chistes igual. Porque es mi obligación tener un humor mucho más negro que cualquiera del público. La diferencia es que cuando viene alguien en silla de ruedas a un show de Humor Negro, esa persona sabe lo que está haciendo y sabe que tal vez haya chistes del tema. Pero con una nena con síndrome de down no es lo mismo. Porque el de la silla de ruedas sabe que está en silla de ruedas. Yo no tengo ni idea si una nena con síndrome de down sabe que tiene síndrome de down.

Me acercó a Daniel y tuvimos el siguiente diálogo.

Yo: ¿Sos pelotudo? ¿Cómo metes un down en la sala?
Daniel: Hace 10 minutos que le estoy diciendo que no vengan al show y no me dice nada.

Para este momento, la madre ya estaba en boletería. Antes que saque las entradas, la intercepto, la saludo, me presento como uno de los comediantes del show y le digo "te recomiendo fuertemente que no vengas al show, no es un show para todo el mundo y la vas a pasar realmente mal". Ella me miró, sonrió, volvió a mirar a la boletería y sacó las entradas. No estoy seguro si me escuchó o no. Tal vez era sorda. O sea, si la hija es down, no hay razón por la que ella no podría ser sorda.

Eran 9:29, faltaba un minuto para el show. La familia entra a la sala y van hacia una de las mesas del fondo. Se produjo un silencio en el resto del público (alrededor de 45 personas). Absolutamente todos vieron entrar a la nena con síndrome de down. De la nada, el ambiente se volvió tenso.

Daniel y yo entramos al camarín, era el momento de comenzar el show. Antes de salir al escenario, me dice "ni se te ocurra hacer los chistes de down, saltealos" y empezó el show.

El show dura una hora, hacemos 30 minutos cada uno. Durante sus 30 minutos, estaba volviéndome loco en el camarín sin saber que hacer. Por un lado, son mis hits, quiero hacer esos chistes. Me divierte hacerlos y a la gente le divierte escucharlos. Por otro, probablemente no iban a funcionar e iba a arruinar el show.

Agarré WhatsApp y empecé a consultar en diferentes grupos de amigos. La mayoría fueron respuestas del estilo "hacelo, no seas cagón" y bardeandome. Creo que no hubo ninguna respuesta realmente productiva. Y la gran mayoría no es reproducible en este blog.

Iban más de 25 minutos de show cuando por fin me decidí. No iba a hacer los chistes. Estaba concentrado en re-armar el orden del monologo, calculando cuantos minutos menos de ese tema iba a hacer y con que lo iba a reemplazar. Nervioso porque tenía poco tiempo y sin saber que iba a decir en el escenario en menos de 5 minutos.

Hasta que llegó el momento. Daniel terminó su parte, me presentó y salí al escenario. Saludé al público y justo antes de empezar el monologo, la madre de la nena down junto con la nena down se levantaron de su mesa y fueron caminando hacia la puerta. Silencio absoluto en la sala. Abren la puerta y se van. En el momento que se cierra la puerta detrás de ellas, hubo una especie de exhalación general. Cambió la energía del lugar, de repente todo el mundo se sintió totalmente aliviado. Difícil es de creer, pero se notaba la tensión en el aire y en un segundo desapareció y se liberó todo.

Ahí mismo me fui del monologo y le conté al público la verdad. Que tengo varios minutos de chistes de síndrome de down, que no lo iba a hacer pero que ahora ya fue, hago todos los chistes que tengo y más. Hubo mucha risa. Lo genuino y espontaneo (casi) siempre supera cualquier monologo. Empecé a hacer chistes de down en ese mismo instante. Fueron 4-5 minutos improvisando chistes de down cuando se volvió a abrir la puerta. Silencio absoluto nuevamente. Yo pensaba "no me digas que solo fueron al baño". Por suerte estaba equivocado, era la camarera con algún pedido.

"Que miedo" le dije al público. Todos se volvieron a relajar. Es increíble cómo se sienten los cambios de ambiente en tan solo un segundo. No sé si es energía o ambiente o aire o que. Aunque juro que es algo que se nota, que te pega en la cara y fuerte. Es algo muy raro y muy genial a la vez.

La chica down no volvió a entrar a la sala y yo tuve uno de los mejores shows en bastante tiempo. Cuando terminó la función, Daniel y yo salimos y saludamos a la gente en el hall. Uno a uno se van yendo mientras te felicitan por el show, te dicen lo bien que la pasaron y (a veces) te piden fotos. Otras veces, también salen con cara de culo y no hacen contacto visual. Esa es la gente a la cual el humor negro del show supera su límite de humor negro. Eso también me divierte.

Entre toda esta gente que salía y nos felicitaba, de golpe sale el padre de la nena con síndrome de down y su otra hija, la no-down. Ahí me di cuenta, cuando los vi, que la familia era de 4 y solo se habían ido 2. Se fueron con cara de culo y sin hacer contacto visual. Muy bien no la habrán pasado. Pensé por un segundo que era por mi propia insensibilidad. Aunque después se me fue esa idea y me di cuenta que fue por la de ellos. Si vos traes a una nena de 8 años con síndrome de down a un show de humor negro, al que le faltan algunos caramelos en el tarro es a vos, no a mí.

Leer Más...