Wednesday, May 3, 2017

La Administración, el Músico y la Perra

Supongo que alguna vez escucharon la expresión "agua que no has de beber, dejala correr". Eso hice yo. Pero aparentemente no estuvo bien eso. Igual, para llegar a esa parte, tengo que contar otra historia. Y después otra. Y por último una más. Y ahí vamos a llegar. Despacito.

Primera Parte: La Administración.
Conté hace unos posts atrás que el administrador Aldo Rico renunció y vino otro, que resultó todavía peor. Había que sacarlo a este también. Me puse el consorcio al hombro e hice una de las cosas que mejor se hacer: hinchar las pelotas. Me puse muy pero muy hinchapelotas con la administración y logré que presenten la renuncia. Fueron varios días de atacarlos vía teléfono, mail y whatsapp a absolutamente todos los dueños, empleados y familiares; que en mi experiencia en las administraciones son todos más o menos los mismos. Porque una administración que se precie de sí misma, emplea a sus propios hijos. No voy a entrar en detalles porque es largo y aburrido. Los dejo para otro post.

La cosa es que la administración renunció y tuvimos una reunión de consorcio con la nueva administración. En esta reunión apareció un chabón a quien no conocía. Con el propósito de no develar su verdadera identidad, vamos a llamarlo Martin. Ok, lo admito, su verdadero nombre es Martin. No se me ocurrió ninguno. No me juzguen, por favor.

Segunda Parte: El Músico
Martin es músico y vive exactamente en el piso de abajo al mío. Y toca el piano. Porque es músico. Pero no cualquier músico, es un músico groso. Compuso las canciones para muchos programas de televisión. Eso lo sé porque lo googleé.

Al finalizar la reunión, Martin y yo nos quedamos charlando un rato. Hace casi un año que vive en el edificio y resultó muy buena onda. Intercambiamos alguna que otra anécdota y no demasiado más.


Tercera Parte: La Perra
La perra es Toscana, quien está muy cerca de cumplir dos años. Y dos años menos 45 días viviendo en casa. Con mucho orgullo puedo afirmar que ya está bastante instruida. Dentro de lo posible, claro. Ni Flor ni yo habíamos tenido nunca perro, así que el "bastante instruida" por favor tómenlo con ciertas licencias literarias.

Una de las cosas que Toscana aprendió durante todo este tiempo, y de lo cual estoy realmente muy orgulloso, es a realizar sus necesidades fisiológicas en el balcón. Resultó mucho trabajo. Mucha limpieza de orín en el living, al ritmo de gastar casi un rollo de cocina por día. Pero hoy Toscana hace sus cosas en el balcón o en la calle. Hace muchos meses que ya no hace nada adentro.

Creo que llegó el momento donde lograron entrelazar las historias. Por si hubo algún desprevenido, paso a detallarlo. Toscana hace pis en el balcón y debajo de mi balcón está el balcón de Martin. A que no adivinan donde (fuerza de gravedad mediante) cae el pis de Toscana.

En esa charla con Martin que prosiguió a la reunión con la nueva administración, en un momento Martin me dijo "Disculpa que te pregunte esto, pero..." y daba varias vueltas y me pedía disculpas muchas veces. Como con cierto miedo a lo que me iba a decir. Muy educado. Demasiado, quizás. Continuaron los preámbulos unos segundos más hasta que finalmente Martin lo dijo. "A veces cae agua sucia de riego de las plantas tu balcón al mío..." Los puntos suspensivos fueron una pausa que dejó Martin al finalizar la oración y volvió a pedir disculpas. Lo interrumpí pidiéndole disculpas yo a él y diciéndole que voy a averiguar qué fue lo que había pasado.

En realidad, no hay demasiado que averiguar. No es agua de riego, es pis de Toscana. Hablé con Toscana e hizo oídos sordos, algo llamativamente difícil, debido al gran tamaño de sus orejas.

Unos días más tarde, alrededor de las 8:40 de la mañana, Flor y yo ya despiertos. Toscana se levantó y corrió hacia el balcón para su primera orina de la mañana. Esa que se acumula de toda la noche y es un tanto más abundante que la de las demás. Salió al balcón, se puso en posición y comenzó a orinar. Hermoso todo. La naturaleza en todo su esplendor. Y después, la fuerza de gravedad en todo su esplendor. La orina comenzó a deslizarse por el balcón hasta llegar al extremo y comenzar a caer al vacío. Apenas unos segundos después, gritos desaforados de "Ale", "Ale", "Alejandro" provenían desde afuera. Era Martín, quién ese mismo día había decidido desayunar en el balcón.

Supongo que alguna vez escucharon la expresión "le cayó como un balde de agua fría". Bueno, en este casi sería algo más parecido a "le cayó como orina caliente sobre el desayuno". Todo el pis de Toscana fue a parar a la mesita que Martin había colocado de forma muy paqueta en su balcón y sobre la cual estaba todo el desayuno listo.

Los gritos continuaron por unos segundos más. A Flor le dio miedo, agarró a Toscana a upa y me dijo "me voy a esconder al baño". No pregunten por qué, a ella le pareció la manera apropiada de actuar. Mientras ocurría eso, se empieza a escuchar el ruido del ascensor. Me dio un poquito de miedo que sea Martin. Pero no, el ascensor no freno en nuestro piso. Flor y yo seguíamos como estatuas, tratando de no hacer ningún tipo sonido por si aparecía Martin del otro lado de la puerta. Toscana seguía a upa de Flor.


Deje pasar unos minutos y me fui para el trabajo. Subí al colectivo, agarré el celular y tenía un whatsapp de Martin haciendo alusión al "agua sucia de riego". Aunque creo que para ese momento ya sabía que no era realmente agua. Supongo que alguna vez escucharon la expresión "meado por los perros". Bueno, creo que Martín ya lo sabía. O al menos lo sospechaba fuertemente. El desayuno de Martin también lo sabía.

Le respondí el mensaje diciendo que justo me estaba yendo y que debió haber sido la chica que limpia que estaba regando las plantas. No tengo chica que limpia. Tengo a Flor, que es chica, pero no limpia. Igual Martin desconoce ese detalle.

Durante los siguientes días, Toscana salió a dar vueltas manzana como nunca en sus casi dos años de vida y siempre hizo sus necesidades en la calle. Yo fui a Easy a comprar unos bordes de aluminio y pegamento y con Flor lo pegamos en el piso del balcón. Desde entonces, Toscana casi no hace sus necesidades en el balcón porque no le gusta el olor a pegamento. A Martín nunca más le llovió y todos fuimos felices.

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