Monday, February 3, 2014

Puntos de Inflexión

La vida tiene muchos puntos de inflexión, aunque solo nos damos cuenta de los realmente significativos. Tanto para bien como para mal. Nacimientos y velatorios son las inflexiones vox populi. En el primer caso, todo mezcla de felicidad y responsabilidad. Se escuchan las mismas frases de siempre, como que ahora (quien acaba de ser padre/madre) no vive solamente para si mismo sino que tiene otras responsabilidades. Y, esas responsabilidades, jamás podrán entenderlas todos aquellos que no tengan hijos.

La muerte es el punto de inflexión por excelencia. Cuando muere alguien, todos nos ponemos a hablar acerca de la fragilidad de la vida, Carpe Diem (Si, hoy me levanté con frases en latín para que cuando mi abuela lea este post piense en lo inteligente que soy). En los velatorios decimos estupideces del estilo "no somos nada" y, lo peor de todo, nos proponemos grandes cambios en nuestras vidas. Incluso salimos de los velatorios estando seguros que ahora sí las cosas van a ser diferentes. Y, lamento informarles, pero nunca lo son.

Todas estas propuestas de modificadores de conducta realizadas después de situaciones extraordinarias casi nunca surten efecto. En algún lado leí una teoría que las personas que sufren graves accidentes (enfermedades o pérdida de partes del cuerpo) pasan aproximadamente seis meses de adaptación y después vuelven a ser quienes eran. Incluso ese tipo de situaciones tampoco les cambia la vida.

Me pasó algo que me hizo ponerme a pensar en los puntos de inflexión. No en los de los tres párrafos anteriores, esos son para nabos. Espero que nadie se ofende, pero sacar una reflexión de vida después de la muerte de un ser querido y realmente pensar que las cosas van a cambiar es de nabo. O, siendo generoso, de alguien bajo mucha presión y que no está pensando claramente en ese instante.

Quería ponerme a escribir sobre los otros puntos de inflexión, esos que pasan desapercibidos la gran mayoría de las veces. Esas cosas que hacemos con naturalidad pero que trae consecuencias muchas veces más graves. El domingo pasado No ayer, sino el anterior), al mediodía, me empezó a doler la espalda. Sin aviso previo, sin movimientos violentos y de a poco. Me empezó a doler un poquito, después un poquito más, después otro poquito más que ya me impedía moverme con normalidad y decidí ir a la guardia. Algo parecido a lo que me pasó en Noviembre de 2012 y finalmente no había sido nada. Nada más que estar postrado una semana, pero nada a fin de cuentas.

En la guardia me dijeron que era algo muscular, me mandaron a hacer reposo por 48 horas, me dieron una orden de kinesiología, receta para una resonancia magnética, pastillas mágicas que curan el dolor, que me ponga almohadilla térmica y me mandaron a otra salita para que una enfermera me inyecte algo que no sea Diclofenac por la reacción alérgica que me había agarrado la última vez.

El médico me acompañó hasta otro cuartito y se fue. A los pocos minutos apareció una enfermera. Me dijo que me acueste en la camilla boca abajo y me afloje el pantalón porque me iba a inyectar. Justo antes de hacerlo, me aclaró que la inyección me iba a provocar un dolor en la pierna durante algunos minutos. No entiendo porque, en pleno 2014, la medicina todavía viene con efectos secundarios. O sea, vengo a curarme la espalda y me dicen que lo van a hacer, pero para eso me va a doler también la pierna. No tiene sentido. Para mí que es una joda de los laboratorios medicinales. Se juntan dos tipos de investigación y desarrollo

Investigador 1: ¡Encontré la cura para el cáncer!
Investigador 2: ¿En serio?
Investigador 1: Si. Pero me parece algo muy fácil, metámosle un efecto secundario copado.
Investigador 2: ¡Dale! Dejémoslos pelados.
Investigador 1: ¿Te parece?
Investigador 2: Y si. Les sacamos el cáncer, pero los dejamos pelados por un tiempo.
Investigador 1: Buenísimo, me encanta la idea.
Investigador 2: Obvio, no se la van a llevar de arriba.
Investigador 1: Fijate si podemos entongarnos con alguna fábrica de pelucas.
Investigador 2: Te averiguo.

Y así sucesivamente con el resto de los efectos secundarios. Porque no hay razón lógica que para curarte una cosa, te tenga que doler otra.

Me inyectó y me empezó a doler la pierna como la re puta madre que lo parió. Fui rengueando hasta la sala de espera, donde me esperaba mi novia. Me vio caminar y puso cara de incertidumbre. Los dos hicimos como si no pasara nada.

Volvimos para casa y me quede encerrado hasta el miércoles a la mañana. Casi 72 horas sin salir, mucho. Demasiado. Miré los últimos capítulos de Breaking Bad, leí casi todo Mujeres (de Bukowski), estuve un rato en la compu respondiendo mails laborales y no mucho más.

El miércoles volví al laburo y, cuando tuve que empezar a laburar, me di cuenta que las pastillas mágicas para que se me pasara el dolor me estaban dejando boludo. Me encantaría encontrar un sinónimo, lamentablemente no lo hay. Estaba más lento, me equivocaba en cosas, no coordinaba. Un desastre. Otro efecto secundario copado, si los hay. Decidí dejar de tomar las pastillas.

El jueves ya estaba bastante bien y el viernes no me dolía nada. Algo que venia esperando con ansias, porque el viernes al mediodía me iba a ir con la gente del laburo a hacer wakeboard. Para todos aquellos que no saben lo que es y no lo van a googlear, les cuento. Es algo similar al ski acuático. Pero, en lugar de ski, es con una tabla como si fuera snowboard. Y, en este lugar, en lugar de hacerlo en el río y con una lancha llevándote, se practica en una laguna artificial y con cables que te tiran desde arriba. Si todavía no se entendió, entren a YouTube y pongan "wakeboard con cable" y problema resuelto.

Reconozco que el médico me había dicho no realizar ningún deporte por al menos una semana desde que se me haya ido totalmente el dolor. Reconozco también que el wakeboard es un deporte un tanto arriesgado para alguien que nunca lo había hecho y 48 horas antes estaba con problemas de motricidad debido al dolor de espalda. Pero no me importo porque tenía muchas ganas de hacerlo.

Viernes al mediodía llegamos con 15 personas del laburo a este balneario en Benavides. Un lugar que estaba realmente excelente. Almorzamos y de ahí al agua. La laguna debe tener unos 300 metros de largo por 100 de ancho. El cable cruza la laguna a lo ancho. Para quienes saben hacer bien este deporte, hay rampas para que salten. Para quienes no sabemos, nos recomiendan fuertemente que ni nos acerquemos a las rampas. Aclaro también que el cable lo maneja una persona a control remoto desde una especie de torre de control.

El primer compañerito de laburo se calzó el equipo, salvavidas y casco y comenzó la aventura. El detalle es que era alguien que ya había hecho esto varias veces. Entonces se paró de una, fue y vino sin problemas, saltó varias veces en las rampas. Increíble. Eso nos motivó a todos a pensar que era algo fácil. Pasó el segundo, quien estuvo unos 15 minutos y jamás logró pararse sobre la tabla. Ahora nos desmotivó a todos. Fue un punto de inflexión. En ese momento reevalué mis expectativas. Me dije que si lograba hacer todo el ancho de la laguna parado, me daba totalmente por realizado.

Pasó el tercero y lo hizo bastante bien. Yo fui cuarto. Ya estaba en el agua con el wakeboard en los pies, casco y salvavidas puesto. El cable empezó a tirar, logré pararme y me caí. De frente, al agua. Tragué agua. Salí a flote por el chaleco, agarré el cable y empecé otra vez. Me volví a caer. La tercera vez pude pararme y andar un poco a los tumbos por 15 metros y me volví a caer. Para la cuarta vez, en lugar de seguir yendo hacia el otro extremo de la laguna, quien manejaba el cable lo tiraba hacia el lado del muelle, donde estaban todos. "Hijo de puta, dejame ir hasta el final" pensé pero no dije nada porque estaba lejos, tragando agua y no me iban a escuchar. La cuarta vez, yendo hacia el muelle, pude pararme e hice todo el camino parado.

Para la quinta, hice los 100 metros hasta el otro extremo de la laguna sin caerme. Señoras y señores, estaba haciendo wakeboard. No puedo describir que se siente, solo que esta bárbaro y que creo que todos deberían hacerlo al menos una vez. Volví los 100 metros, otra vez sin caerme y ya intentando manejar el peso del cuerpo para poder doblar y moverme un poco. Mucho no lo logré. Quinta y sexta pasada lo mismo. Pero cuando llegué de la sexta, comenzó el dolor de espalda otra vez. Punto de inflexión.

Con el wakeboard puesto, a mis 35 años y medio, siendo conciente de la situación, los peligros del deporte y ya habiendo estado en cama tan solo tres días antes por el dolor de espalda, tuve un acto de lucidez y dije "lo hago una vez más y listo". Porque soy un tipo inteligente, para que negarlo.

Llegué al otro extremo de la laguna y ya me estaba doliendo en serio. Igual pude volver parado y ahí ya dolía mucho. Solté el cable, nade muy despacio hasta el muelle, me saqué el wakeboard y casco y salí del agua. Caminaba muy lento. Dolía mucho. Me senté en una silla en el bar donde estaban el resto de los compañeritos laborales y ahí todos recordaron de mi dolor de espalda de unos días antes. Las mujeres me increparon por mi inconciencia, los hombres se burlaron y se rieron. Como tiene que ser. Porque cuando te duele algo, siempre mejor que se burlen y no que se preocupen.

El dolor iba en aumento. Dos horas más tarde, llegué a casa. Ahí me vio mi novia. Ella sabía que iba a hacer wakeboard y me había dicho que me cuide. No confía en absoluto en mis condiciones atléticas. Hace bien. El detalle es que me dijo que me cuide por el deporte en sí, se había olvidado de lo de la espalda. Entonces, apenas me vio, me retó. Sí, mi novia me reta. Con demasiada dificultad me fui a duchar, tomé pastillita para el dolor (sin importar que me atonte un poco) y me puse la almohada térmica.

Para las nueve de la noche el dolor era insoportable. Estaba tirado en la cama y no podía moverme. Ni siquiera rotar sobre mi propio eje. Tuve ganas de ir al baño. Mi novia se ofreció a buscarme una botellita. La mande a la mierda. No me importa cuanto me vaya a demorar o cuanto me va a doler o que tanto ni siquiera puedo moverme. Pero yo me voy a levantar y voy a caminar hasta el baño. Y voy a ir al baño como todo el mundo. He dicho.

Demore 25 minutos en lograr levantarme y caminar los dos metros que separan la cama del baño. Y me dolió como la puta madre. Pero lo hice. Volví a la cama y, resignado, decidí llamar a la obra social para que vinieran a inyectarme algo. Porque durante las últimas cinco horas donde podía caminar cada vez menos al punto de llegar a un estado ameba, mi novia insistió con llamar a la obra social pero yo siempre me negué argumentando que se me iba a pasar solo. Porque soy de esos que creen que las cosas se pasan solas.

Llamamos a la obra social y a la media hora llegó la ambulancia con médico y enfermero. El médico era rubio, alto, jopito, look cancherito pero buena onda. Empezó a hablar y que no adivinan. Dale, a que no adivinan. El médico era cordobés.

Médico Cordobés: ¿Hiciste wakeboard en el río hoy? Porque estaba muy picado...
Yo: No, en una laguna artificial.
Médico Cordobés: ¿Dónde queda?
Yo: Por Benavides.
Médico Cordobés: ¿Y esta bueno?
Yo: Si, ¿vos haces?
Médico Cordobés: Hago wakeboard y surf, el próximo paso es sky surf. ¿Cuánto cuesta este lugar?
Yo: Alrededor de $250 los 20 minutos, contando alquiler de equipo.
Médico Cordobés: Esta bien, no es caro. Voy a ver de ir.
Yo: Anda que esta bárbaro.

El tema del wakeboard derivó en mi espalda y me dijo que me iban a inyectar algo para el dolor, que un unas horas ya iba a estar bien. Que igualmente no hiciera deporte por al menos dos semanas desde que me deje de doler. Y, aclaró, que con la inyección me iba a doler la pierna.

Me inyectó el enfermero y se fueron. La pierna me dolió como la re puta madre que lo parió durante 10 minutos. Volví a dejar entrar a mi novia a la habitación. Porque no la dejo estar mientras me revisan los médicos.

Yo: Segunda inyección en una semana. Segunda vez que me rompen el culo.
Mi novia: ¿Viste que ironía, no? (Me pregunta retóricamente, con una sonrisa de oreja a oreja que no tenia forma de disimular).
Yo: ¿Qué?
Mi novia: ¡Te rompió el culo un cordobés!
Yo: No. Te equivocas. El que me dio la inyección fue el enfermero. ¡Toma!

Porque no importa el dolor de espalda, ni mi estado postrado ni nada de eso; mi novia quería demostrar el punto con los cordobeses. Y no pudo ser. Aunque al menos encontré un cordobés que me cayó simpático. Debe ser porque es un cordobés que elije vivir en Buenos Aires.

Los puntos de inflexión más complicados de todos son cuando los pasamos por alto. O peor, cuando ni siquiera nos damos cuenta. Cuando situaciones que deberían ser extraordinarias pasan a ser normales. Que me duela la espalda, llamar a un médico, que venga en ambulancia y me inyecté algo para el dolor de espalda debería ser una situación anormal. Pero saber que todo eso iba a pasar y tomarlo como algo natural, debería ser un punto de inflexión. Un punto de inflexión donde antes estabas bien y ahora ya estas cagado. Tan cagado que ya mismo estoy saliendo para hacerme una resonancia magnética. Ya veremos que sale.

4 comments:

  1. Los dolores de espalda son jodidos como los de muela. O peores.

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    1. Son diferentes. Lo peor es que los demas te cuenten de sus dolores cuando te duele a vos.
      Y no, no vas a tener la foto del después como me pediste por facebook.
      Abrazo

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  2. Mi novia: ¡Te rompió el culo un cordobés!

    ....

    clap clap clap clap clap

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