Alguna que otra vez voy a almorzar con mis compañeritos de laburo a una pizzeria que queda cerca de la oficina. En realidad creo que fuimos tres o cuatro veces nada más por una suma de factores. El primero y más importante, no hay tanta onda con mis compañeritos de mi sector como para salir a almorzar todos juntos. El segundo, en esta pizzería atienden muy mal.
Una vez éramos seis y la moza se negó a juntar las mesas. Otra vez, se negó a traer una panera porque dijo que la panera no está incluida cuando se pide pizza. Esa misma vez, había pedido una empanada de pollo y me trajo una de carne. La moza me dio miedo y no le pedí que me la cambiara. Me limite a comer la empanada de pollo en silencio. Todos estos sucesos siempre ocurrieron con la misma moza. Una mujer de carácter, digamos.
Conté todo esto para contar algo que no tiene nada que ver. Cuando era chico, iba a un club. En el club, había muchos empleados, desde porteros hasta profesores de educación física. Todos ellos te trataban relativamente mal cuando estabas solo y demasiado bien cuando estabas acompañado por tus viejos.
Hay una escena en la película Cara de Queso que refleja de manera excelente esa situación. Van varios chicos a decirle algo a uno de los empleados del club y este les responde de muy mala forma. Un segundo después, aparece Federico Luppi para hablar con el mismo empleado y este lo trata de usted, diciéndole "si señor" y "en seguida señor" a todo. Cada vez que me pasaba eso, siempre deseaba que los empleados me trataran a mí solo de la misma forma que me trataban delante de mi mamá o mi papá.
Hoy fui a almorzar con una chica del laburo a esta pizzería. Entramos y el lugar estaba mitad vacío. Varias mesas de dos libres, aunque la única mesa libre cerca del televisor era una de cuatro. Nos sentamos en esa para poder ver el partido de Del Potro versus Federer. Una moza se acercó (no la misma mala onda de las otras veces) y preguntó cuántos íbamos a ser. Respondí que íbamos a ser cuatro, que todavía faltaban llegar dos más, para que no me obliguen cambiar de mesa.
Obviamente los otros dos nunca llegaron. La chica y yo comimos viendo el partido de tenis y la mesa quedo con dos platos vacíos. Cuando pedimos la cuenta, nos la trajo la moza mala onda. Nos saludó diciendo que se acordaba de que nosotros habíamos ido varias veces. Y después nos retó. Nos dijo que debido a que ocupamos una mesa de cuatro siendo solamente dos, tuvieron que dejar ir a varios clientes. Agregó que, en caso de saber que somos dos, tenemos que avisar y nos cambian de mesa. Y nos dijo que no podía volver a suceder. Creo que hasta estuvo muy cerca de mandarnos a dirección.
El detalle es que la mesa de al lado también era para cuatro y estaba ocupada por dos señoras de unos sesenta años. A las señoras nunca les ofreció cambiar de mesa, ni las retó, ni nada. Mientras nos estaba retando, yo solamente pensaba que si estuviese almorzando con mi mamá o mi papá, no me habrían dicho nada. Pague y me fui sin dejar ni un peso de propina. Para demostrar quién manda.
Friday, November 1, 2013
Quisiera Ser Grande
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Los mozos, pero los mozos posta, no los que laburan un tiempito nomás sino los que llevan años en eso, son una especie rara.
ReplyDeleteUna vez uno me cagó a pedo mal porque agarré una silla de una mesa desocupada para pasarla a la que ocupaba con unos amigos, diciéndome que yo no tenía por qué hacer eso, que le desordenaba todo y que eso era trabajo de ellos. Acto seguido, dejé la silla en su lugar y el tipo mandó a un mozo más joven a que me acercara otra silla a la mesa.
Me sentí un pelotudo importante.
Es culpa del mozo, no tuya!
DeleteOdio a los que parece que los estuvieras molestando solo porque tienen que hacer su trabajo.
Muy bueno leerte otra vez por aca! Abrazo.