Rock in Rio

Eran las 10 de la noche, a las 6.30 de la mañana salía el avión. Estábamos recién armando el bolso, porque el maldito carpintero nunca había aparecido. Obviamente, cada uno su bolso. Esto del bolso comunitario nunca me gustó mucho. Hay cosas que mejor mantenerlas separadas.

Mientras cada uno preparaba su ropa, yo iba notando como en la pila de mi novia se acumulaban sweaters, buzos y pantalones largos. Me acerque y con mucho cariño le dije "mira que nos vamos a una isla en Brasil... va a hacer calor...". Para demostrarle, busqué en internet el pronóstico del tiempo para los siguientes 10 días. Y eso fue un error. La maldita página web decía que iban a llover todos los días. No parcialmente nublado. No probabilidades de chaparrones. Sino lluvia. Pero no esa lluvia con el día pesado y que está todo bien. No no. Posibilidades de tormenta eléctrica. Todavía no estaba ni cerrado el bolso y ya se complicaban las vacaciones. Pero yo me negué a creerle a la maldita internet. "No lleves todo eso de abrigo, no hay forma que llueva 10 días seguidos" le dije a mi novia mientras seguíamos con el bolso, solo que esta vez con cierta angustia.

Terminamos tarde y no dormimos casi nada. Nos pasó a buscar mi viejo, Ezeiza, avión, aeropuerto de Rio de Janeiro. Tengo que decirlo, ese aeropuerto es muy feo. Creo que le vendría bien una mano de "Aeropuertos Argentina 2000".

Pasamos migraciones y aduana sin inconvenientes y fuimos a esperar las valijas. La primera que sale nunca es de nadie, creo que es una valija extra. Después si empiezan a ir apareciendo las valijas de la gente. Esta buenísimo ver la cara de alegría de la gente cuando ve venir su valija. ¡Se ponen chochos! Preparan el carrito, se acomodan, se arremangan porque van a hacer fuerza y todo con una sonrisa como si dentro de la valija estuviera la receta de la felicidad eterna o algo así. Chabón, es tu valija; la misma que despachaste vos hace unas 4 horas. Si estas muy contento te pido que moderes tu alegría porque yo dormí solo una hora, me esperan 10 días de lluvia y no tengo muchas ganas de bancarme tu algarabía. Si no dejas de sonreír, me siento sobre tu valija y la hago circular por la cinta eternamente.

Finalmente llegaron nuestras valijas, de ahí al changuito y de ahí a la vida Brasileña. El Manuel Tienda León local nos pidió 90 mangos por el taxi hasta el hotel, huimos. El de informes nos recomendó un colectivo que costaba $8 y no tardamos demasiado en decidir. Salimos a esperar el colectivo pero no llegaba nunca. Después de cómo 40 minutos de esperar vanamente, me acerqué a una camioneta que estaba ahí para preguntar si llevaba turistas, me respondió que no. Un tachero me escuchó hablar y como que enseguida se dio cuenta que era turista. Que yo era turista, no el de la camioneta. Amablemente se ofreció a llevarnos por $40 y accedimos. La hermosa autopista rodeada de carteles para que no se vieran las favelas estaba repleta de autos. Cada vez que teníamos que frenar por el trafico, el taxista hacía alusión a los $40, que no había tenido en cuenta el transito y que íbamos a ver que decía el taxímetro.

Casi una hora más tarde, llegamos al hotel con el taxímetro marcado $43,50. Para evitar problemas, y porque era muy poca diferencia, concordamos con mi novia que era mejor pagarle todo. Le di un billete de 50 y mientras se lo guardaba en la billetera el tachero me dice "son $50". Yo le dije que no, que son $43,50 y él me respondió que eran $6 más por los bolsos. Creo que desde el hijo de puta de Ladislao que no me pasa esto. Me rompe soberanamente las pelotas ver cómo me están afanando y no poder hacer nada. Si, le di los $50 y no hice nada. Y la puta que lo pario al tachero del orto.


El hotel tenía dibujadas 4 estrellas en el logo pero no era realmente un 4 estrellas. No hay forma que eso sea un 4 estrellas, salvo que se hayan ganado 3 en una rifa. Check-in en un intento de portugués y a la habitación. Dejamos los bolsos y fuimos a buscar algún establecimiento bonito y barato para almorzar. Mientras caminábamos —bajo la copiosa lluvia y sin paraguas— noté que todos los edificios tenían rejas estilo prisión de máxima seguridad. Y arriba de las rejas, alambre de púa en círculos como las trincheras de las películas de guerra. Todo esto en la zona linda de Copacabana. Pasamos por un centro de atención al turista donde pregunté por la seguridad del lugar y me tranquilizó cuando me dijo que no tengo absolutamente nada porque preocuparme. "Lo único," agregó el empleado de turismo, "conviene mantenerse por calles totalmente iluminadas, con mucha gente y no llevar ni joyas ni nada llamativo a la vista".

Al día siguiente, Cristo Reventón. Pero como nos sentíamos locales, nada de contratar tours ni esas cosas de ignorantes. Nosotros vamos con el colectivo de línea, que en Rio tienen dos colectiveros. El colectivero 1 maneja y el colectivero 2 te vende el boleto y te habilita el molinete para que pases a sentarte. No comprendo del todo a quien se le ocurrió que podía llegar a ser una buena idea instalar un molinete en un pasillo de un colectivo. Pero bueno, ya lo hicieron, tema de de los Brasileros.

Llegamos hasta donde el colectivero nos dijo que bajemos y el Cristo no se veía por ningún lado. Era porque estábamos en la base y Jesús está arriba de todos. Una camionetita para subir la montaña hasta la entrada al parque nacional. Ahí otra camionetita para subir más alto en la montaña. Ahí nos bajan de la camionetita para subir caminando todavía más alto. Y ahí sí, estaba Jesús. O sea, dicen que Jesús esté en todos lados, pero ahí estaba enorme. Si Dios es grande, pero ahí era mucho más grande. Era tan pero tan grande, que no se lo veía del todo bien porque las nubes lo tapaban. Y tampoco se veía la ciudad para abajo porque las nubes la tapaban. Y tampoco se veía mucho para los costados porque las nubes estaban ahí mismo. Y nosotros, adentro de la nube. Me hubiese encantado que de la nada aparezca una de mis maestras de primaria que me decía que yo estaba en las nubes para poder responderle que sí. Pero no paso eso. Solo estaba rodeado de muchos pero muchos turistas desagradables que se empujaban unos a otros en pos de una fotografía mejor como si eso fuese posible. Finalmente consideramos que era el momento de alejarnos del Señor y bajamos de la montaña. Si en lugar de ser Rio y Jesús debería ser Mahoma y la montaña. Creo que estaría mil veces mejor y se podrían hacer muchos chistes de yo no voy a la montaña a ver a Mahoma, que venga él a mí y cosas del estilo.

El día siguiente era de viaje, de Rio hacia la isla. Si algo puede salir mal, va a salir mal. Y si todo puede salir mal, todo va a salir mal.

Continuara.